jueves, 5 de agosto de 2010

Capital cultural sin cultura

Museo Canario
Una de las salas principales del Museo Canario.
FOTO: Ryougaibiki
En nuestra senda cultureta por el mundo hacemos parada en Las Palmas de Gran Canaria. Aspira la ciudad isleña a ser la Capital Cultural Europea en 2016, un objetivo loable sin duda. Y hay circunstancias que lo respaldan, unos magníficos festivales de música, de ópera, de teatro y danza y de jazz, manifestaciones culturales como el festival de músicas del mundo Womad y hasta una adecuada programación en los teatros Pérez Galdós, del CICCA y el Cuyás a lo que se suma un Festival de Cine bastante convencional y el Carnaval, entre otras manifestaciones artísticas e infraestructuras.
Pero todo ello queda eclipsado por una oferta de ocio cada vez menor y más aburrida, un ínfimo número de salas de exposiciones un teatro histórico y emblemático como el Guiniguada en una rehabilitación que dura ya más que la construcción que el palacio del Escorial  y que esperemos cumpla su última fecha de finalización prevista. Se olvidan y marginan manifestaciones ancestrales representadas en fiestas populares que también son cultura e historia. Y sobre todo, es absolutamente sorprendente y condenable que mientras se presenta esta candidatura respaldada por Ayuntamiento capitalino, Cabildo de Gran Canaria y Gobierno de Canarias estas mismas instituciones hayan olvidado la importancia del patrimonio cultural de un pueblo y permitan derribos y construcción indiscriminada en el casco histórico capitalino y el cierre en la práctica por el descenso en las subvenciones públicas, por muy temporal que lo pinten, del Museo Canario. Este museo es santo y seña del estudio y enseñanza de los usos y costumbres de los canarios durante la época prehispánico. La clase política debería entender que un pueblo que olvida sus orígenes pierde su identidad y su anclaje cultural. No hay excusas ni motivos para destinar un presupuesto mucho mayor a este proyecto que el que sería preciso para salvar el Museo Canario. No se puede ser capital cultural sin cultura ni identidad.

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