lunes, 25 de octubre de 2010

Flechazo

El cielo lucía su mejor azul, salpicado de pequeñas nubes blancas de caprichosas formas. El mar, por no ser menos, mostraba un inacabable muestrario de tonos que contrastaban con las piedras que sólo dejaban unos metros de arena negra como mi suerte en la orilla. Estrenaba cámara, una Nikon comprada a base de trabajos ocasionales y meses de ahorro peseta a peseta, perra a perra. Adormilado, soñaba con sirenas lejanas y paraísos exóticos. Y entonces, apareció ella, sueño hecho vida, sirena hecha carne. Entre risas, la portaban sus amigos en una cesta de pescadores para que, descalza como iba, no tuviera que sufrir los guijarros del camino hasta la orilla. Divertida, ella disfrutaba de la expectación que causó su aparición entre todos los bañistas. Tímido, desde un rincón de la playa, él la fotografiaba con discreción. Al día siguiente, en su primera jornada en su nuevo trabajo, soñaba con llegar a casa y revelar aquellas fotos cuando cruzó la puerta seria y profesional una de sus compañeras en la nueva empresa. Mientras se frotaba los ojos, llenos de arena y sal, se la presentaron. Los sueños a veces son posibles, pensó mi padre.

2 comentarios:

  1. Rara vez, pero siempre hay que mantener la ilusión, por si acaso el sueño se hace carne. Me gustó.

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  2. Me gusta mucha la secuencia, maravillosamente relatado. Un flechaso, pues.

    Me gusta.
    Saludos.

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